Oscar Misael Hernández es un hombre que admira, cuestiona e indaga los múltiples contrastes que se viven en nuestro país. Su tarea no es sencilla pues ha dedicado gran parte de su vida a estudiar problemáticas como la migración, violencia, narcotráfico y a su vez ha generado un cruce de estos temas con el género, la cultura y la etnografía. Platicar con él es abrir un mapa ilustrado de cómo se viven los conflictos en México. Conectamos con el en Tamaulipas, su segundo hogar, su charla es sobre el necropoder, de cómo se ha instalado en nuestra vida cotidiana. Esto tiene varias consecuencias, una de ellas es la necrosugeción: la idea colectiva de que ya no hay esperanza.
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En la frontera norte, dice Oscar Misael, destacan las relaciones sociales de poder. Él explica que estas relaciones impactan directamente en la vida de los jóvenes, se les violenta y discrimina a partir de rasgos como la etnia, el estatus social, la raza, la cultura o la condición migratoria.
Misael es originario de Michoacán, ahí fueron sus primeros contactos con cientos de personas que todos los días caminaban hacia el “sueño americano”: los migrantes. Es en este punto de la conversación en el que Misael hace una pausa para recordar lo decisiva que es la construcción cultural para las nuevas generaciones y recuerda, casi como si estuviera ahí, una anécdota sobre el deseo de migrar de los niños michoacanos, quienes ven la migración como un anhelo y no como una necesidad.
¿Es posible construir cultura de paz en medio de tanto conflicto? ¿es posible romper con la necrosugeción en la que está inmersa la comunidad? Por supuesto que sí, explica Oscar Misael, ahí radica la importancia de la organización ciudadana.
La presencia del necropoder es visible en la vida diaria, en la migración, en la cultura e incluso en cómo la comunidad percibe y entiende el mundo. No puede tomarnos por sorpresa que en México, ante la pandemia, muchas personas sufran con la Necrosugeción, es decir, lleguen un estado de desesperanza; pero justo estos nuevos términos nos permiten ponerle nombre a lo que sentimos, a lo que percibimos, a lo acontece a nuestro alrededor, porque… lo que no se nombra uno acaba creyendo que no existe. Oscar es optimista, y él ve en el futuro una oportunidad para construir otras realidades basadas en la organización ciudadana y el trabajo colectivo