Tenemos una deuda con la educación emocional de infancias y juventudes.
María del Pilar Lomelí, pedagoga y maestra en Filosofía, dice que “desde hace más de 50 años” la educación formal se ha centrado en transmitir conocimientos relacionados con datos precisos sobre matemáticas, lengua española, historia y otras ciencias. Este tipo de educación está enfocado en la productividad, la uniformidad de las personas, la competitividad y el éxito individual. Sin embargo, no se han tomado en cuenta otras dimensiones humanas como las habilidades emocionales. Desde hace algunos años ella trabaja con un método llamado Ecología Emocional para promover, desde la dimensión emocional, el cuidado, el autocuidado y el cuidado comunitario.
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¿Puede la educación transformar la realidad?
Sí, desde la educación se pueden generar formas sanas de relacionarse con las personas y con el mundo donde vivimos. Por esta razón, para Rosa María Nashiki, maestra en Psicología Escolar, es necesario “transformar el mundo interno, para impactar el social”.
El trabajo de María del Pilar Lomelí y Rosa María Nashiki tiene sus bases en la Terapia del Reencuentro de la pedagoga y psicoterapeuta Fina Sanz. Por eso en la educación emocional es fundamental comprender que “somos seres interconectados con otros”, y por eso es necesario “escucharnos”. La maestra Lomelí dice que desde esta escucha podemos escuchar nuestras emociones y cambiar las maneras en que respondemos al enojo.
En el siglo XXI distintos educadores observan problemas en las habilidades relacionales de los jóvenes. Emilio Castello, especialista en Inteligencia Emocional, está convencido que, en el caso de los hombres, “la auto observación es clave para saber, ¿qué me pasa a mi cuando me enojo?”. Porque conocer mis emociones permite relaciones más sanas.
La educación emocional tiene beneficios en las relaciones personales y sociales, lo que se refleja en contextos pacíficos y con posibilidades de desarrollo para todas las personas. Emilio Castello dice que una educación emocional puede tener 4 planos del bienestar. El primero es la atención como capacidad de mantenernos en calma y realizar escucha activa de nosotros mismos y las otras personas. Después está la bondad que engloba la empatía, la generosidad y la compasión. También considera la claridad de pensamientos y finalmente la dirección como la creación de un propósito sobre lo que queremos construir en nuestras relaciones y nuestra vida. Por su parte, María del Pilar Lomelí recuerda que “las emociones son energía en movimiento”, e invita a reconocer de qué manera se mueven dentro de cada uno para convivir de mejor manera con nosotros mismos, con las otras personas y con el mundo donde vivimos.
Ve completa la conferencia “Incidencia de la formación emocional en las comunidades educativas”, realizada por el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM. Agosto, 2024.