Koo-chan, protagonista de Confesiones de una Máscara, vive en continua angustia por no poder ser el hombre que desea. Él no puede expresar abiertamente su homosexualidad porque su contexto social no se lo permite, la consideran una enfermedad. Esta novela de Mishima tiene mucho de autobiográfico, y si se mira desde la perspectiva de las masculinidades, revela una violencia simbólica del protagonista hacia sí mismo. En el siglo XXI la diversidad sexual y de género tienen más aceptación social, pero aún existen discriminaciones y violencias. La maestra Alejandra Dávalos dice que, quizá sin ser el objetivo del autor, la novela Confesiones de una Máscara, contribuye a visibilizar la diversidad sexual a través de la literatura, lo hizo en 1949 cuando fue escrita, y lo hace hoy, en las primeras décadas del siglo XXI.
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“¿Cómo serías si pudieras ser lo que deseas?”
El escritor japonés, Yukio Mishima, seguramente respondería: quisiera ser abiertamente homosexual. Alejandra Tapia Silva, maestra en estudio de Asia y Africa, hace la pregunta después de platicar brevemente sobre la biografía de Mishima, un autor que reprimió su homosexualidad y que sólo pudo expresarla en sus círculos más íntimos y en novelas como “Confesiones de una Máscara”. La maestra Tapia estudió el contexto social en el que Mishima escribió sus obras, ella dice que toda su vida fueron años de estigmatización de la homosexualidad en Japón, pero antes existió una concepción muy diferente de las relaciones entre hombres:
En la historia de Japón existen dos prototipos de masculinidad: el milenario guerrero samurái, y el hombre trabajador de la posguerra. Mishima tenía admiración por la figura del samurái y, aunque se cuenta de la existencia de guerreros que mantenían relaciones homosexuales, él “siempre trató de ajustarse a la heterosexualidad”, incluso, “mostraba una homofobia internalizada”.
Yukio Mishima tenía un cuerpo ejercitado, “similar al de un fisicoculturista”, dice Alejandra Dávalos Rayo, maestra en Historia y especialista en cultura japonesa. Él fue impulsor de las artes marciales, especialmente del Kendo; ese culto al cuerpo se refleja en sus novelas y, por otra parte, la admiración a la figura del samurái se manifestó cuando se suicidó realizando el seppuku, mejor conocido como harakiri. Fue en 1970, una época en que la homosexualidad en Japón estaba clasificada como “una perversidad”.
En el siglo XXI, Japón exporta películas, anime, mangas, grupos musicales y literatura, donde se visibiliza la diversidad sexo-genérica; sin embargo, la sociedad aún no es tan abierta como se muestra en esos productos culturales. La maestra Dávalos asegura que esa visibilización es buena, “son pasos para cambiar” la discriminación hacia la diversidad.
Koo-chan, protagonista de Confesiones de una Máscara, vive en continua angustia por no poder ser el hombre que desea. Él no puede expresar abiertamente su homosexualidad porque su contexto social no se lo permite, la consideran una enfermedad. Esta novela de Mishima tiene mucho de autobiográfico, y si se mira desde la perspectiva de las masculinidades, revela una violencia simbólica del protagonista hacia sí mismo. En el siglo XXI la diversidad sexual y de género tienen más aceptación social, pero aún existen discriminaciones y violencias. La maestra Alejandra Dávalos dice que, quizá sin ser el objetivo del autor, la novela Confesiones de una Máscara, contribuye a visibilizar la diversidad sexual a través de la literatura, lo hizo en 1949 cuando fue escrita, y lo hace hoy, en las primeras décadas del siglo XXI.
Ve completo el diálogo “Mishima, masculinidad y diversidad en la cultura japonesa”. La charla fue organizada por el círculo de lectura Letras fuera del Clóset y El Rule, Comunidad de Saberes, abril de 2021.
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