Son chicos de entre 13 y 21 años los que desean portar armas en el futuro, pertenecer a un grupo criminal o a las fuerzas armadas. Ellos viven en Chilpancingo, Guerrero, pero ya no juegan libremente en sus calles o en la plaza municipal, desde hace varios meses permanecen encerrados en el Centro de Ejecución de Medidas para Adolescentes, cometieron delitos relacionados con la delincuencia organizada. En uno de los salones grises y resguardados por policías, Rabín Amadeo Martínez, doctor en Sociología, dirige un taller con jóvenes voluntarios que en la primera sesión dibujan lo que para ellos es ser un hombre.
Escucha el audio (duración 11 mins. 31 seg.)
foto tomada de cienciauanl.uanl.mx
¿Qué quiero ser en el futuro?… Narcotraficante o militar.
Para estos jóvenes de Chilpancingo la agresividad es una característica propia de la masculinidad. Los hombres que admiran son violentos y ostentan poder económico, han visto personas así en televisión y en la plaza de su pueblo, no les importa que esos hombres se dediquen a delinquir, ellos también quieren ser así.
En Chilpancingo también es común ver a miembros de la marina: hombres con uniformes camuflados, cascos y lentes que cubren sus cabezas y rostros, ellos sostienen armas en todo momento para estar prevenidos ante cualquier ataque; esa figura masculina y armada también es un referente para construir su identidad.
Antes de ser atrapados por la policía, los jóvenes del taller pasaban mucho tiempo en la calle, no les gustaba estar en su casa porque ahí sólo vivían abandono y maltrato. Muchos de ellos vieron en la delincuencia un medio para ganar dinero, convertirse en proveedores y ser valorados por sus familias.
La Catedral de la Asunción en Chilpancingo, Guerrero, es completamente blanca y sobresale entre todas las construcciones de la ciudad, la rodean árboles que dan sombra a los visitantes y a la gente local que se dedica a vender alimentos o artesanías. Cada vez se ven menos hombres dedicados a esos trabajos, “la irrupción del crimen organizado ha cambiado las subjetividades masculinas locales: el agricultor, el albañil o el artesano desaparecen poco a poco mientras los soldados y los mafiosos se incrementan”. Cuando Rabín Amadeo Martínez convivió con jóvenes en conflicto con la ley, en Chilpancingo, le sorprendió la edad a la que comenzaron a delinquir, y también la concepción que tienen sobre la masculinidad: violencia y poder económico es para ellos lo importante en un hombre. Estas narrativas son similares a las de muchos adolescentes en comunidades dominadas por las actividades del crimen organizado y “deben entenderse a la luz de procesos sociales complejos, como es un contexto de guerra e hiperviolencia”. El soldado y el narcotraficante, advierte el doctor en antropología Rodrigo Parrini, son figuras que forman parte de las nuevas masculinidades, y el sociólogo Rabín Amadeo coincide con él: se trata de “nuevos modelos disruptivos” a los que aspiran los jóvenes. Estas son pésimas noticias que nos dan los investigadores, pero son reales; sin embargo, también hay buenas nuevas de Jorge Alberto Guzmán, doctor en neurociencias, él asegura que gracias a la plasticidad del cerebro, y con estímulos que sean positivos, el comportamiento de los hombres se puede modificar pero hay que generar otros modelos. Falta mucho trabajo pero, por el momento, tenemos un anuncio de esperanza.
Escucha la presentación “Hombre joven pobre y moreno: el involucramiento de los hombres jóvenes en el crimen organizado en Guerrero, México”, de Rabín Amadeo Martínez Hernández. (inicia a los 16 minutos)
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