Salir de las normas de género tiene sanciones sociales, pero también recompensas personales, entre ellas podríamos mencionar la libertad de vivir nuestra masculinidad sin responder a estereotipos ni mandatos, y también, la satisfacción de mantener relaciones sanas, equitativas y más plenas con los otros y con nosotros mismos. Identidades así comienzan a ser más visibles en las primeras décadas del siglo XXI; pero, como bien señala Antonio Cíntora: hace falta que más jóvenes cuestionemos profundamente nuestra masculinidad y nuestras relaciones interpersonales, para así comenzar a transitar hacia una cultura de género más libre, justa e igualitaria.
Escucha el audio (duración 10 mins):
Acciones concretas, es lo que necesitamos para construir las bases de la igualdad.
Esta convicción es la que mueve a Antonio Cíntora, investigador social y facilitador de procesos educativos en temas de género y masculinidad dirigidos, fundamentalmente, a los jóvenes. Las personas que asisten a sus talleres manifiestan dudas sobre el objetivo que tienen los estudios que muchos académicos e investigadores llaman “de las masculinidades”; él considera que el tema va más allá y lo expone de esta manera:
Hacer una reflexión profunda sobre cómo vivimos nuestra masculinidad es complicado porque que los estereotipos de género están arraigados en nuestra cultura. Para Antonio Cíntora la reflexión puede iniciar cuestionándonos: ¿Qué es lo que hago con mi identidad masculina? y ¿Cómo me relaciono con los otros y conmigo mismo?
“Nuevas masculinidades” es un término que investigadores y académicos están cuestionando porque corre el riesgo de convertirse en una etiqueta más. Antonio Cíntora no está de acuerdo con ese término porque no está nombrando el problema central.
A partir del lenguaje se pueden construir relaciones más empáticas y equitativas; sin embargo, utilizar el lenguaje para ser políticamente correcto dificulta la construcción de igualdad, así lo dijo Antonio Cíntora: (en audio)
Salir de las normas de género tiene sanciones sociales, pero también recompensas personales, entre ellas podríamos mencionar la libertad de vivir nuestra masculinidad sin responder a estereotipos ni mandatos, y también, la satisfacción de mantener relaciones sanas, equitativas y más plenas con los otros y con nosotros mismos. Identidades así comienzan a ser más visibles en las primeras décadas del siglo XXI; pero, como bien señala Antonio Cíntora: hace falta que más jóvenes cuestionemos profundamente nuestra masculinidad y nuestras relaciones interpersonales, para así comenzar a transitar hacia una cultura de género más libre, justa e igualitaria.