Recibir y dar es compartir, una palabra muy presente en la sesión del taller de masculinidades de Río Abierto. Compartimos el movimiento de nuestros cuerpos, y también, los problemas relacionados con nuestra masculinidad que traemos cargando. “Aquí aprendemos el arte de estar poniéndose de acuerdo constantemente y a lidiar con los conflictos, porque no siempre se tiene que resolver el conflicto, a veces se tiene que aprender a vivir con él”, dice German Ortiz, co-facilitador y participante del taller.
Escucha el audio (11 mins. 46 seg.):
El movimiento corporal ayuda a entrar en la parte afectiva y emocional de los hombres. Desarmarse.
Estábamos en círculo, comenzamos por cerrar los ojos, respirar profundo y aflojar las rodillas; poco a poco las flexionamos y estiramos, alzamos los brazos e imitamos los movimientos de Alicia. Mientras nos tomamos de los antebrazos y nos jalamos suavemente hacia la izquierda y hacia la derecha, empezamos a abrir la boca, hacemos sonidos guturales que liberan la energía contenida en el pecho. Así comienza el taller Alicia Zappi, directora de la organización Río Abierto y co-facilitadora del grupo de reflexión sobre masculinidades, ella dice que “el movimiento permite a los hombres desarmarse, contactar con sus emociones, hablar y reflexionar sobre ellas”.
Arrodillados en el suelo cubierto por un tapete de foamy multicolor, recogemos y estiramos los brazos, por momentos llegamos a tocar los dedos de algún compañero. Después, rodamos de manera juguetona hacia un lado y otro; dejamos de rodar y mientras nos levantamos, sacudimos nuestros brazos, soltamos aquello que nos pesa y no queremos seguir cargando. Abro los ojos y frente a mi está Cuitláhuac Sánchez, es participante y facilitador del taller, para él es evidente que cada uno de estos movimientos tiene una intención, y eso hace magia.
Terminamos la sesión de movimiento y nos damos un abrazo, Alicia apaga la música mientras nosotros tomamos un cojín del estante y nos acomodamos nuevamente en circulo. Es el momento de hablar entre hombres de nuestros malestares, de los conflictos que podemos sobrellevar para vivir de mejor manera, como lo ha hecho José Luis en su convivencia familiar y las dificultades que enfrentan.
En este punto de la sesión sólo se escuchan los carros pasar, los aviones volar y la voz de quienes comparten la situación de quiebre que los trajo a buscar sanación en este taller de masculinidades. Las experiencias son fuertes y han llevado a quienes las vivieron a crisis extremas, las han superado con el trabajo psico-corporal y emocional realizado aquí. Juan Antonio conoce bien el trabajo de Río Abierto, ha asistido en diferentes etapas de su vida.
Recibir y dar es compartir, una palabra muy presente en esta sesión. Compartimos el movimiento de nuestros cuerpos, y también, los problemas relacionados con nuestra masculinidad que traemos cargando. “Aquí aprendemos el arte de estar poniéndose de acuerdo constantemente y a lidiar con los conflictos, porque no siempre se tiene que resolver el conflicto, a veces se tiene que aprender a vivir con él”, para German Ortiz, co-facilitador y participante del taller, espacios como éste le han permitido contener su violencia, transformar la imposición en diálogo, negociar con su familia y personas cercanas. Después de que Germán comparte su experiencia son casi las 10 de la noche, a veces, como hoy, se alargan un poco las sesiones, pero vale la pena, por eso es que nos agradecemos entre todos, nos damos un abrazo y damos por terminada la sesión. Nos vamos a casa quizá un poco cansados, pero con una actitud diferente. Los talleristas le llaman a esto magia, yo prefiero llamarle liberador.
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