En América Latina existen movimientos “anti-género” y “anti-derechos humanos”: Backlash.
Backlash significa retroceso, y dar marcha atrás al reconocimiento de los derechos de algunas personas; esto es lo que desean obtener muchos movimientos conservadores en Latinoamérica. Sin embargo, los participantes de esta mesa virtual coinciden en que “no todo es pesimista” pues la academia y el activismo continúan trabajando, y así seguirán, para que se garanticen los derechos de todas las personas.
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En Brasil, existe un grupo político y social en contra de los derechos sexuales y reproductivos de las personas. En 2020 protagonizaron una escena que se volvió viral en redes sociales: miembros de esos grupos religiosos se manifestaban fuera de un hospital, donde se practicaría un aborto a una niña de 10 años violada por su tío. En sus pancartas se leía “no al aborto”, mientras gritaban “asesina”. Sí, le gritaban a la niña. Cecilia Sandenberg, es antropóloga brasileña y nota el aumento de grupos de ultraderecha desde que Bolsonaro es presidente.
En Chile sin existir un gobierno “neofascista”, también aumentaron los grupos anti-derechos. “Con mis hijos no se metan” es la frase que utilizan para posicionarse en contra de lo que llaman “ideología de género” y de los derechos sexuales y reproductivos de infantes y jóvenes. Por las calles de Chile circulan grandes autobuses rojos rotulados con esa frase, incluso hoy, uno de estos camiones permanece estacionado en el mero centro de la ciudad de Santiago. Es el testimonio de Jaime Barrientos, psicólogo social.
En Uruguay también existen manifestaciones de grupos “anti-género”. En un principio parecían ser sólo algunas personas manifestando sus ideas conservadoras, pero Liliana Abranciskas, experta en derechos sexuales y reproductivos, observa que esos grupos religiosos han logrado obtener reconocimiento e influencia política “para imponer sus creencias”.
“Un fantasma recorre el mundo y está vestido de violeta”. La frase que alguna vez fue utilizada para advertir del supuesto peligro del comunismo, hoy se utiliza para descalificar los movimientos por los derechos de las mujeres. Los grupos conservadores conciben como un peligro para la sociedad a lo que aquellas personas llaman “feminazis” y “maricones”. Alejandra López, de la Universidad de la República de Uruguay, observa que estos grupos no son sólo locales, “incluso tienen financiamiento internacional”.
En México, la frase “con mis hijos no se metan” también se ha escuchado en el ámbito de la educación básica. Hubo legisladores que impulsaron la iniciativa llamada Pin Parental, que señala a los padres, sin ser especialistas, como las únicas personas con posibilidad de dar educación sexual a sus hijos. Esos mismos grupos se han manifestado en contra del aborto y se dicen “a favor de la vida”, cuando en realidad en su discurso se observan fundamentalismos morales y religiosos. Ellos también tienen influencia política y desde la llegada del nuevo gobierno se han radicalizado públicamente en grupos que rezan, insultan y discriminan a quienes no piensan como ellos. Se han instalado en el centro del país, en el Zócalo de la Ciudad de México; dicen estar en contra del presidente y sobre todo de sus políticas, incluyendo aquellas que garantizan los derechos reproductivos de las personas y su derecho a tener preferencias sexuales; califican estos derechos como “heterofobia” y “ataques al matrimonio entre hombres y mujeres”. Los discursos se repiten en toda América Latina; sin embargo, los participantes de esta mesa virtual coinciden en que “no todo es pesimista” pues la academia y el activismo continúan trabajando, y así seguirán, para que se garanticen los derechos de todas las personas.
Ve la presentación virtual “Backlash: movimientos reaccionarios”:
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