La tradición de los fariseos y los yaquis en San Pedro de la Cueva, Sonora, es apreciada porque tiene un componente educativo: mostrar cómo no debe ser un hombre. ¡Pareces fariseo! Le dicen los padres a sus hijos cuando se portan mal. Muchos de los hombres que participan de la tradición lo hacen desde los 14 o 15 años, “es un ritual de paso, son los papás quienes incitan a los jóvenes a participar y salir como fariseos a las calles”. Para el doctor Núñez está claro que en esta representación “existen componentes educativos y formadores de la identidad masculina”.
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Hipervirilidad salvaje y transgresión de las expectativas de ser hombre, eso son los Fariseos.
Es viernes santo en San Pedro de la Cueva, Sonora; el sol ilumina los montes por los que lentamente bajan decenas de seres extraños. Sonido de tambores y ruidos guturales los acompañan; ellos traen el torso desnudo pintado de negro, cabellos largos coloridos y tenaboims (capullos de mariposa) en los tobillos. Sus rostros son irreconocibles, están cubiertos con pintura o con máscaras; pero hay algo que sí es inmediatamente reconocible: los machetes y palos que empuñan para asustar a la gente, principalmente a los niños. Guillermo Núñez, doctor en Antropología, aún recuerda como se asustaba cuando sus padres lo llevaban a presenciar esta tradición de semana santa.
Viernes, 3 de la tarde, a las afueras de Jerusalén en el monte Gólgota, Jesús es clavado de pies y manos a la cruz; después de ser levantado, una lanza le perfora un costado del torso. Horas después muere crucificado. En San Pedro de la Cueva los fieles católicos recuerdan en la iglesia ese pasaje bíblico. Esperan el atardecer para comenzar “la procesión del silencio”. Es hora de levantar a la virgen y caminar, de repente, se encuentran con los fariseos, que ya no están semidesnudos, son otros, ahora traen ropas de mujer.
Esa es la intención: ser inmorales, “representar lo que no debe hacerse”. En ello piensa Guillermo Núñez mientras un fariseo intenta besarlo. Ya han agarrado a varios distraídos a los que dejaron con los cachetes pintados. Para el doctor Núñez, esta representación “hace sentido en términos de género y de la regulación de la masculinidad desde lo colectivo, desde lo social”.
A los fariseos también les dicen “yaquis”, muchos de esos hombres comienzan a participar de la tradición desde los 14 o 15 años, “es un ritual de paso, son los papás quienes incitan a los jóvenes a participar y salir como fariseos a las calles”. Para el doctor Núñez está claro que en esta representación “existen componentes educativos y formadores de la identidad masculina”.
¡Comer niño!, los fariseos intentan agarrar a los niños que huyen temerosos a los brazos de sus mamás. ¡Quemar casa!, también se asoman por las ventanas al interior de los hogares para asustar a las familias. Si eres hombre y te ven en la calle, intentan darte un beso en el cachete, te dejes o no, te dicen ¡marica tú! La tradición de los fariseos y los yaquis es apreciada porque tiene un componente educativo: mostrar cómo no debe ser un hombre. ¡Pareces fariseo! Le dicen los padres a sus hijos cuando se portan mal. No se sabe cuándo empezó esta costumbre de semana santa, pero en años recientes las mujeres se han incorporado, algunas se animan a disfrazarse y salir a las calles. “Esto sucede porque la cultura está viva, y se modifica junto con los cambios sociales”, dice Guillermo Núñez. Él, aún presente en San Pedro de la Cueva, Sonora, sigue con la vista a los fariseos que se alejan en la noche por las calles con su música y su relajo; también, observa como la iglesia se vacía y la gente se dispersa hacia sus casas. Mañana es sábado de gloria, y aquí, la conmemoración continuará.
Escucha la participación completa del Dr. Núñez en la mesa de trabajo 2 “Producción cultural, cultura y folklore”; del X Congreso de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres: (su participación inicia a lo 19:23 mins.):
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